Francisco Mira, Licenciado en psicología.
Pocas personas están familiarizadas con los contenidos bíblicos. Creo que el problema es que el enfoque bíblico se ha asociado al religioso-tradicional contribuyendo a desarrollar los mismos prejuicios que despierta dicho enfoque.
La sexualidad y la espiritualidad son amigas, no adversarias. Donald Goergen. Dinero, sexo y poder.
Nuestro punto de partida, la tesis principal alrededor de la cual podemos entender y enmarcar todo lo relativo a la sexualidad es muy lógica, y fácil de entender. Si Dios es el creador y diseñador de la sexualidad, el mensaje bíblico es sin lugar a dudas integrador y positivo respecto a la sexualidad.
Este enfoque difiere de las dos posturas más extendidas: La religiosa tradicional y la nueva moral sexual. La primera con su visión negativa, pecaminosa de todo lo que se asocie a la sexualidad. La segunda ignorando por completo a aquel que diseñó y creó la sexualidad. Entender este tercer enfoque en un sentido positivo nos ayudará a superar las consecuencias negativas que a lo largo de siglos la primera, y en las últimas décadas principalmente la segunda, han estado y están produciendo.
Dios y el sexo son dos realidades que bien entendidas siempre se relacionarán de forma amistosa y significativa. Vamos a formular esta postura exponiendo los principios básicos que la sustentan.
1. Dios creador de la sexualidad
Desde la perspectiva bíblica, Dios es el creador de la sexualidad, y eso se pone claramente de manifiesto desde las primeras páginas del texto bíblico.
El Dios de la Biblia no es un Dios ajeno a esta dimensión de nuestra persona, sino que es su creador, su diseñador.
La sexualidad humana originalmente consiste en dos géneros, iguales en todos los aspectos, pero no idénticos, es decir con diferencias, plasmándose estas en lo masculino y lo femenino, ser hombre y ser mujer.
Hay una dimensión física o genital de la sexualidad que es un medio para alcanzar el fin de enriquecer la relación de amor entre un hombre y una mujer y que en su máxima expresión esta reservada para la relación matrimonial. Es importantísimo entender esta cuestión de principios: la sexualidad nunca debería dominar a la persona, sino que debe estar a su servicio. La sexualidad es un siervo, nunca un señor.
Dios creó el sexo. Pero no lo creó para que dominara al hombre, sino para que a través de él, la vida del hombre fuese enriquecida. Y ésta es sólo otra manera de decir que desde su mismo origen el sexo quedó sujeto al condicionamiento del amor. C. René Padilla.
Al igual que experimentamos placer al saciar la necesidad de beber o de comer Dios nos ha diseñado de esta forma. Dios crea y asocia el sexo con el placer sexual. Esta comparación no quiere decir que el acto sexual sea equivalente a la actividad de saciar nuestra sed o hambre, pero sí que es tan placentera o más que estas dos deliciosas actividades cotidianas. Como agudamente lo plantea el conocido autor, C.S. Lewis: El placer sexual es una invención de Dios y no del diablo. Dios no es un aguafiestas. Dios creó el placer sexual y tiene un concepto elevado, altamente positivo de la sexualidad. Esta es buena y digna de ser gozada.
Del hecho que la sexualidad, así como otras áreas de nuestra persona han sido creadas por Dios, se infiere que nadie mejor que el Creador y diseñador puede darnos las mejores indicaciones acerca de su propósito, su uso y disfrute. En otras palabras, la sexualidad no es un asunto privado y subjetivo que sólo depende de mis criterios personales como sugieren algunos planteamientos contemporáneos: mientras no haga daño a nadie mi cuerpo es mío, dispongo de él como quiero.
La conducta sexual para nuestro disfrute esta sujeta a valores, valores que desde la perspectiva bíblica son absolutos y universales, ya que su origen está en Dios y no en el criterio individual humano, ni en una evolución regida por el azar y la necesidad, a diferencia de la nueva moral donde la sexualidad está determinada por nuestra biológia, por principios subjetivos, por la búsqueda del bienestar personal.
La sexualidad es un aspecto importante de nuestra persona, puede ser motivo de bienestar, de placer, de intimidad y de constante enriquecimiento. Pero a la vez puede ser destructiva hasta niveles insospechados: ruptura de relaciones, crisis personales, problemas emocionales, adicción, conflictos morales, violencia física, etc. Todo depende del uso que hagamos de esta capacidad con la que Dios nos ha dotado. Tenemos la libertad, pero también la responsabilidad de decidir cómo vivir la sexualidad. La contrapartida de ello es que todo acto de responsabilidad y libertad, tiene consecuencias.
La sexualidad recibe un tratamiento muy positivo y realista a la vez a lo largo de toda la revelación bíblica, desde el principio hasta el final.
Todo ello nos conduce a una conclusión clara y definitiva, la sexualidad desde la perspectiva bíblica es positiva, no conlleva cargas negativas, ni es considerada pecaminosa en sí misma. Si los grandes pensadores cristianos de los primeros siglos y de la Edad Media hubieran acudido al texto bíblico, en lugar de a los pensadores y filósofos clásicos, posiblemente la historia de la sexualidad habría sido otra. Si los filósofos del S. XIX no hubiesen ignorado al Dios de la Biblia, podríamos estar evitando todo el relativismo ético que tanto daño y confusión está causando en el terreno de la sexualidad y en otros.
2. El origen de la sexualidad
A la hora de entender correctamente un tema, uno de los aspectos más importantes es conocer y establecer su origen hasta donde esto sea posible. Eso nos facilita una información valiosa y única en cuanto a su propósito, naturaleza, características, etc.
Desde la perspectiva bíblica ya hemos dejado constancia que el origen de la sexualidad está en la acción diseñadora de Dios. Él es el creador y el promotor de esta dimensión de la personalidad humana.
Cuando nos acercamos al texto bíblico, en su primer libro, el Génesis, ya en los primeros versos aparece esta cuestión. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. (Génesis 1:27). En esta cita que pertenece al primer relato de la creación, ya se nos menciona la diferenciación sexual como parte de la creación de la humanidad.
Será en el segundo relato de la creación, contenido en el capítulo segundo del Génesis, mucho más especifico en cuanto a todo lo que tiene que ver con el ser humano, donde se nos da a conocer de forma más concreta el origen de la sexualidad humana. Y dijo el Señor Dios: no es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. (Génesis 2.18). Deducimos que hasta ese momento sólo existía un género en la humanidad, y es a partir de este momento que el Creador concibe la humanidad con dos géneros: masculino y femenino.
Ese es el origen de la sexualidad desde la perspectiva bíblica. Este hecho, unido al contexto o motivo por el que se diseñan los dos géneros nos conduce a dos puntos esenciales, conectados con su origen:
El primero es que la sexualidad tiene que ver con la comunión o comunicación: no es bueno que el hombre esté solo. Desde la perspectiva bíblica la sexualidad, en un sentido genérico fue creada para el enriquecimiento y la profundización de la relación entre hombre y mujer.
El segundo aspecto tiene que ver con la diferenciación sexual: hizo una mujer, y la trajo al hombre. El hecho de que el desarrollo desde el principio de la sexualidad se plasme en una versión masculina y otra femenina, va a convertirse en un aspecto fundamental donde la relación entre hombre y mujer es entre iguales y complementarios, pero no intercambiables ni idénticos.
El hecho de que el texto fundamental y revolucionario de Génesis 2, que sitúa al hombre para constituir una pareja con su mujer, sea retomado por el mismo Jesús y por Pablo el apóstol, nos obliga a prestarle seria atención y ver, en la diferenciación sexual, uno de los más grandes secretos de la creación. Roland de Pury. El misterio de la sexualidad.
En el plano biológico existen diferencias que capacitan a hombres y mujeres para funciones distintas incluso de manera exclusiva, tal es el caso de la maternidad. La existencia de una hormona masculina y una hormona femenina son las responsables de producir un desarrollo biológico-sexual con unos procesos internos diferenciados en cada caso. Existen también diferencias en niveles tan particulares como es en el terreno neurológico, diferencias importantes entre la estructura y la organización del cerebro masculino y las del femenino.
No es arriesgado inferir que todas esas diferencias tienen su correspondencia en el plano emocional o psicológico. El ser humano es una unidad indivisible y sus diferencias biológicas y orgánicas derivan en una personalidad también diferenciada.
“Nuestra sexualidad abarca hasta la esfera metafísica de nuestra personalidad. Como resultado de esto, las diferencias físicas entre el hombre y la mujer son una parábola de las diferencias psíquicas y espirituales de naturaleza posterior” Emil Brunner
Este hecho de la diferenciación sexual conecta con al menos dos cuestiones de máxima actualidad:
La primera de ellas tiene que ver con el llamado feminismo igualitarista: hoy sigue habiendo movimientos muy fuertes, que surgieron inicialmente como reacción a la imposición de un sexo. Frente el machismo, surgieron los movimientos de liberación de la mujer. Aunque podemos simpatizar y estar de acuerdo con muchas de las razones que indujeron la aparición de dichos movimientos, no compartimos plenamente el énfasis que hacen algunos de éstos en una igualdad completa y a ultranza.
Es cierto que en muchos ámbitos, hombres y mujeres somos o deberíamos ser iguales, por ejemplo, en dignidad, en valor, en oportunidades, etc. Ahora bien, negar que puede haber diferencias en diferentes ámbitos, es cerrar los ojos a evidencias clarísimas.
En segundo lugar, la diferenciación sexual tiene que ver con la homosexualidad ya sea en su versión masculina o femenina. El hecho de que Dios diseñase al ser humano como hombre y mujer, iguales y complementarios implica con claridad que el diseño homosexual no entraba en sus planes originales, ni en primera, ni en segunda instancia como consecuencia de nuestra rebeldía. Este es sin lugar a dudas el argumento más sólido y positivo que encontramos en toda la Biblia acerca del enfoque asumido por esta: la heterosexualidad, la diferenciación de géneros. Las menciones explicitas de desaprobación de la homosexualidad, lo único que hacen es corroborar este principio esencial del diseño sexual diferenciado, como la expresión original de Dios al crear la sexualidad humana.
La Biblia asume la existencia de los géneros, desde una doble perspectiva: la de la igualdad esencial y la de la diferenciación particular. Todo esto no como algo negativo que deba conducirnos necesariamente a la competencia, donde un género deba imponerse al otro, sino como complementariedad. Es decir, el hombre es distinto a la mujer, y el hombre y la mujer se complementan por ser distintos, y se enriquecen mutuamente.
De ahí que la sexualidad, en su nivel más esencial, viene a responder a la mayor y más profunda necesidad del ser humano: la comunión, la necesidad de relación, de intimidad, de pertenencia etc. Antes que la satisfacción del placer físico o la función reproductiva, la creación del ser humano en una doble versión sexual responde a un propósito relacional, un propósito de comunión y comunicación. Por descontado hay que decir que la Biblia tiene una visión positiva del placer sexual, así como de la función reproductiva, pero siempre, dentro de ese marco relacional estable como es el matrimonio, y no al margen del mismo.
3. Propósitos de la sexualidad
El placer sexual, desde la perspectiva bíblica, es un medio y no un fin. Es decir, cuando enfocamos la relación sexual únicamente con la finalidad de obtener placer, lo que hacemos es desenfocar lo esencial de esa relación. La relación sexual, el amor erótico es un medio para enriquecer la relación personal. Y en nuestros días los problemas, en cuanto a la sexualidad, empiezan a surgir cuando se sobrestima la dimensión de placer y se deja a un lado la relación personal, que es mucho más amplia y rica.
En este punto el enfoque bíblico se desmarca de la perspectiva de la nueva moral sexual, al no considerar el placer sexual como un fin en si mismo, o como una necesidad que debe ser irremisiblemente satisfecha si no queremos vivir reprimidos. El placer sexual es un medio al servicio de una relación más profunda y completa.
También en este punto el enfoque bíblico se desmarca de la perspectiva religiosa tradicional al afirmar que el propósito básico del acto sexual no es la reproducción. El coito está orientado, desde la perspectiva bíblica, a la unión íntima de las personas. De ahí que, desde esa perspectiva, la primera finalidad de la relación sexual es la comunión y la comunicación, no la reproducción.
Podemos afirmar que la mujer y el hombre han sido diferenciados sexualmente para hacer frente a la necesidad de comunión y a la realidad de la soledad. Y de ahí que, desde la perspectiva bíblica, la comunión es prioritaria en la relación sexual antes que la reproducción, lo cual no significa que esta otra finalidad no sea importante.
Asumir el planteamiento bíblico supone clarificar dos cuestiones de envergadura:
- La primera tiene que ver con el uso de anticonceptivos y la planificación familiar.
- La segunda hace referencia a la legitimidad o plenitud de los matrimonios que no pueden tener descendencia.
Desde la perspectiva bíblica, podemos decir que es posible y seguramente necesario el uso de medios anticonceptivos. La realidad es que desde las posiciones protestantes y evangélicas este aspecto queda claro y marca diferencias con el Catolicismo Romano.
La perspectiva bíblica nos autoriza, de una forma responsable y madura, a hacer uso de aquellos métodos anticonceptivos cuya acción vaya encaminada a evitar la unión de las células sexuales. Estos métodos son los denominados no abortivos, existe una variedad de ellos y habrá que valorar su idoneidad teniendo en cuenta las cuestiones de efectos secundarios, adaptación a la pareja en cuestión, etc.
También podemos afirmar desde la perspectiva bíblica, que un matrimonio que no haya tenido o no pueda tener hijos, es un matrimonio pleno y no de segunda categoría. Es cierto que supondrá todo un proceso difícil de asimilación y aceptación de esta imposibilidad. Pero debemos recordar que la primera finalidad del matrimonio es el compañerismo, la amistad, la relación entre un hombre y una mujer. Pero es importante no confundir uno de los frutos del matrimonio con el fin del matrimonio.
4. Panorámica bíblico-teológica de la sexualidad
A continuación, presentamos una relación de textos bíblicos en los que destacaremos detalles que vienen al caso que estamos tratando:
4.1. Génesis 1.
Creación de la Sexualidad. En Génesis 1:27 el concepto que sobresale es el de IGUALDAD.
- Varón y hembra los creó.
- Ambos a imagen de Dios. Los dos géneros o sexos contienen la imagen de Dios.
- Esta igualdad y la imagen de Dios confieren a Hombre y Mujer; la misma dignidad para ambos.
- Dios les encomendó la placentera tarea de la reproducción que incluye tanto la paternidad como la maternidad.
- La maternidad no es la única vocación de la mujer, ni la del hombre el trabajo.
4.2. Génesis 2.
Creación de las diferencias sexuales. En Génesis 2:18–24 destaca la DIFERENCIACION.
- El Hombre y la Mujer fueron creados para vivir en comunidad, en familia, en pareja.
- La Soledad no es buena, Dios quiere lo mejor: comunión, amistad, compañerismo.
- Dios crea a la Mujer en igualdad, pero no idéntica al Hombre. La mujer es ayuda idónea para el hombre.
- La Mujer es a la vez igual y diferente. Es decir, es complementaria.
- ¡Qué importante es comprender y aceptar que Hombre y Mujer somos diferentes!
El resultado de la Creación es una relación plena:
- “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” Gn 1:31.
- “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” Gn 2:25.
4.3. Génesis 3. La Caída
¿Cómo afecta a la sexualidad? Es muy interesante todo el proceso de Génesis 3. Vamos a concentrarnos en algunos aspectos y seguiremos el esquema básico de la Creación: los dos principios. La Caída trastoca toda la relación sexual, de la plenitud se pasa al conflicto:
“Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces, con dolor darás a luz los hijos” 3:16a
- Su vocación compartida, la mujer vivirá la maternidad con dolor, con sufrimiento.
- No sólo el acto físico del parto. También la maternidad en conjunto, la crianza, la educación de los hijos.
“y tu deseo será para tu marido” Gn 3.16b
- Hay un choque de voluntades, la guerra de los sexos está servida.
- Lo que era una cuestión de identidad, se confunde a partir de la caída con la cuestión de género y poder.
“y él se enseñoreará de ti” Gn 3.16b.
- De la complementariedad se pasa a la competitividad, al enfrentamiento y a la violencia.
- Aparecen el “machismo” y “las armas de mujer”; habrá conflicto que tomará muchas formas.
Aparecerán como consecuencia de la Caída todo tipo de conflictos en la sexualidad humana:
- Problemas de fertilidad. Gn 16:1
- Relaciones extramatrimoniales consentidas. Gn 16:2
- Modelos de familia alternativos. Poligamia. Gn 16:3,6
- Homosexualidad. Gn 19:5
- Incesto. Gn 19:32
- Violación sexual. Gn 34:2
- Adulterio y relaciones pre-matrimoniales. Gn.39:9
La Caída tuvo grandes y negativas consecuencias, resultado de huir de Dios.
4.4. La Redención:
¿Cómo afecta a la sexualidad?
La obra del segundo y perfecto Adán traerá como consecuencia Salvación y esperanza a la sexualidad:
- La Redención nos provee una visión renovada de todas las cosas, y de la sexualidad.
- Cristo nos capacita con Gracia y Poder para vivir la vida sexual según el modelo de la Creación.
- Cristo nos provee de una visión completa y hermosa de la sexualidad:
• Igualdad. Gálatas 3:28
• Complementariedad. Efesios 5:23 y ss.
• Responsabilidad. Efesios 5:23.
Necesitamos ser realistas al vivir entre la Caída y la Glorificación: se requiere combinar y aplicar autodisciplina, arrepentimiento, confesión, gracia, restauración. Aquí es donde es importante toda la labor de Consejería.
4.5. La Glorificación:
La sexualidad a la luz de la segunda venida de Cristo
Este es un aspecto pocas veces considerado, es cierto que hay poca base bíblica para desarrollar adecuadamente el futuro de la sexualidad en los nuevos cielos y la nueva tierra que esperamos.
Pero lo poco que conocemos nos ayuda a ganar algo de perspectiva en un tema que en la actualidad tiende a ocupar mucho espacio y a menudo de forma desenfocada.
La Glorificación no nos conduce a la Creación original sino a una Nueva Creación.“Nuevos cielos y nueva tierra” La sexualidad en la eternidad será diferente a la Creación original. Todo será perfecto, ya no existirá nunca más el mal, habrá sido destituido definitivamente. En la Creación original se introdujo el mal, pero eso no será posible en la Nueva Creación.
Una pequeña muestra de lo que será la vivencia de las relaciones de género y sexuales nos la ofrece el Señor Jesucristo al afirmar: “Ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo” Mt.22:30/ Lc.20:33-36
Esta afirmación de Cristo nos conduce a creer que en el Cielo no habrá matrimonio, al menos tal como lo conocemos, incluso nos permite creer que la sexualidad, la relación entre los géneros será muy diferente a la presente. Seremos como los ángeles. Parece que el tipo de relaciones personales se basará en otros presupuestos. Nos invita a pensar que formaremos parte de una gran familia, con relaciones muy significativas, plenamente satisfactorias; una familia ya iniciada aquí, pero consumada en ese momento futuro…
En el cielo las relaciones personales serán perfectas, completas, todas nuestras necesidades estarán satisfechas y al parecer sin esa dimensión sexual física. Lo cual nos debería conducir a integrar esta perspectiva eterna de la sexualidad con la presente: entre la caída y la redención.
Es cierto que nos gustaría tener muchos más detalles, pero esta es de las pocas referencias a la sexualidad glorificada en la Biblia.
En una proporción significativa el contenido de este artículo esta publicado en el libro: Dios y el sexo. Francisco Mira. Barcelona. Publicaciones Andamio.
FUENTE: Revista IDEA Nº 3 (2017) – Alianza Evangélica Española.